El internet de las cosas y las ciudades inteligentes son la materialización de esos escenarios futuristas que se empezaron a gestar desde mediados del siglo pasado.
Nos encanta saber que a tan solo un click tenemos resuelta alguna necesidad y hasta decimos ¡benditos algoritmos!
¿De qué hablamos cuando hablamos de algoritmos?
Los algoritmos podemos definirlos como un conjunto de reglas que procesan información y tienen el propósito de solucionar un problema.
Actualmente por voz podemos solicitarle a nuestro teléfono que nos pida la comida, que envíe un correo electrónico o mande un mensaje de texto. Nuestro bicho tecnológico nos acompaña las 24 horas del día. Así se entera de todos los lugares a los que acudimos, la manera en que nos trasladamos, lo que nos entretiene y casi sobre cualquier actividad que realicemos.
¿Cómo lo supo?
Hay dos maneras en que ocurre:
- conscientemente porque instalamos aplicaciones que tienen esa función;
- inconscientemente relacionadas mas con nuestra manera y frecuencia al usarlas que con las funciones propias de cada app instalada.
Por ejemplo, si utilizas un servicio de streaming estás consciente de que ellos saben cuáles programas y sobre qué narrativas te gustan, entonces las sugerencias de contenido son acordes a tu perfil. Pero ¿qué pasa si además saben a qué hora te duermes y a qué hora te despiertas sin tener algo que monitoree tu sueño, cómo lo saben?
La respuesta es que tus equipos tienen diferentes aplicaciones para tus actividades y están asociadas a ti. En conjunto ellas almacenan y analizan tus hábitos de uso y comparten los resultados.
Es muy probable que tengas mas de un servicio de Google instalado en al menos uno de tus dispositivos. Todos esos servicios le proveen a la empresa datos sobre ti.
Somos seres de hábitos así que con facilidad construimos patrones de comportamiento mismos que son medidos constantemente y comunicados entre tus cacharros electrónicos.
¿A quién le están resolviendo el problema?
Por ahora centrémonos en esas actividades inconscientes con las que seguimos compartiendo información.
Cuando comentamos lo que hacemos, hicimos o queremos hacer a través de publicaciones en redes sociales, servicios de mensajería o hasta llamadas telefónicas, estamos alimentando con esa información a muchos proveedores de servicios.
Quizá esto ya no te sorprende tanto y has normalizado que tu reproductor de música “te escuche” y luego salgan anuncios relacionados con algo que dijiste.
Sinceramente creo que deberías preocuparte porque desconocemos qué hacen con esa información.
Aquí entonces la pregunta es ¿a quién le están resolviendo el problema? ¿soy yo quien necesita conocer mis patrones? Quizá pienses que sí. Si han detectado que tienes algún transtorno del sueño, una sugerencia para que instales una app maravilla que promete ayudarte a conciliarlo, la sentirás como una respuesta a tus plegarias.
Nos encanta saber que a tan solo un click tenemos resuelta alguna necesidad.
Ahora detente un poco y vuelve a plantearte la pregunta: ¿a quién le están resolviendo el problema?
El principio de la tecnología es la solución de problemas pero qué pasa si no problematizamos bien o deliberadamente se crean dificultades donde no las hay.